De David Bowie a Jorge Luis Borges, una muestra recrea los laberintos en la historia de la humanidad
La idea de los laberintos que a lo largo de la historia humanidad ha impregnado las más diversas creaciones, artísticas, literarias y cinematográficas es explorada en la flamante exposición de Fundación Proa, titulada «Laberintos», que indaga a través de obras de arte en esta temática presente ya desde el mito de Teseo y el Minotauro, y que ha evidenciado distintas percepciones a su alrededor, ya sea como elemento sagrado o pagano, como un camino de perdición o uno de salvación.
«Todos los artistas en algún momento de su vida han trabajado el tema del laberinto», dice durante una recorrida para prensa la curadora Cecilia Jaime, quien junto a su colega Mayra Zolezzi analizaron y organizaron el conjunto de obras que abarcan los más diversos períodos y procedencias, desde los antiguos grabados del italiano Giovanni Battista Piranesi (1720-1778) -la ciudad como una prisión laberíntica- hasta los laberintos pop del argentino Edgardo Giménez.
En el caso de Piranesi, presente gracias a las cuatro aguafuertes prestadas por el Museo Nacional de Bellas Artes, sus obras advierten sobre las vivencias posibles en una gran ciudad: minuciosos detalles sobre personas, esculturas, pasillos y pasadizos, convierten a los edificios de ruinas romanas en espacios cerrados, calabozos, organizando un paisaje de ciudades oscuras que no conducen a ningún lugar y que encierran al individuo en su propio deambular.
La muestra que se despliega a lo largo de cuatro salas del edificio de La Boca propone distintas instancias para acercarse, a veces de manera lineal, y otras de modo más metafórico, a la idea de los laberintos, que han llevado al plano físico artistas como el argentino León Ferrari, el estadounidense Dan Graham, Jorge Miño a través de sus fotografías, la brasileña Regina Silveira o el esotérico Xul Solar, de quien se exhiben cuatro bellas pinturas de los años 40 y 50.
El furor por lo inmersivo -que de un tiempo a esta parte instaló la exposición de Van Gogh en La Rural- queda evidenciado en la primera sala del recorrido, una propuesta envolvente, en 360, con proyectores hacia las cuatro paredes del cubo blanco y una narración -por parte de Umberto Eco- que relata la historia de los laberintos tanto en el arte como a lo largo de la humanidad: «El laberinto representa el camino, la iniciación de la vida», se lee subtitulada en un fragmento de la proyección, para luego continuar «Si se encuentra la salida es el renacer».
Esta sala, a modo de introducción, da cuenta del origen del laberinto en el mito de Teseo y el Minotauro, posteriormente como símbolo religioso, más tarde -en el Renacimiento- en el interior del ser humano, hasta llegar a la contemporaneidad que se expande técnicamente al laberinto de la internet, considerado el más grande del mundo.
Aparece allí mencionada una referencia inevitable al autor argentino Jorge Luis Borges, quien afirmaba que el laberinto es «el símbolo más evidente de la perplejidad».
Gran parte de la obra de Borges alberga referencias a este signo, ya sea en «Manual de zoología fantástica» como en «Los dos reyes y los dos laberintos» o en el poema «Laberinto» del libro «Elogio de la sombra».
Tan es así que la intensidad de la obra de Borges hizo que sus ideas estimulen la construcción de dos laberintos físicos, reales, en la naturaleza, diseñados por el británico Randoll Coate y realizados en 2003 en Estancia Los Álamos, Mendoza, y en 2011 en la Fondazione Cini en Venecia. Las fotografías de ambos se encuentran un poco más adelante en el recorrido por la exposición.
«La ciudad como laberinto es un tema que atraviesa la historia de la humanidad, con diferentes elementos que se repiten como constantes para denotar pasajes laberínticos», añade la curadora para dar cuenta del segundo núcleo temáticos, los laberintos y las ciudades, donde se muestran por ejemplo paneles que representan las narraciones bíblicas sobre la ciudad de Jericó -la más antigua y representada a la manera de un laberinto- a través de réplicas de manuscritos de la biblia hebrea, pero también de ilustraciones de Leonardo Da Vinci, Sandro Boticcelli y otros artistas históricos. En este núcleo, la mirada contemporánea corre por cuenta de la instalación laberíntica de Dan Graham, «Whirligig», ubicada en el corazón de la sala, y rodeada por las fotografías arquitectónicas de Jorge Miño o las «Escaleras inexplicables» de la brasileña Regina Silveira, digitalizadas sobre la pared, que con sus espacios de sombra desmaterializan la arquitectura, provocan vértigo por la ausencia de límites precisos, generando un desequilibrio en la arquitectura.
También en sus pinturas, Pablo Siquier presenta en blanco y negro un entretejido visual de fragmentos de la ciudad, con elementos ornamentales y tramas de la arquitectura, cerca de las ciudades utópicas de Xul Solar, un conjunto notable de acuarelas que presentan diseños imaginarios, arquitecturas místicas y utópicas.
«El abordaje del laberinto no es siempre literal, a veces es metafórico», aclara la curadora Mayra Zolezzi sobre los laberintos presentes en la sala: espacios reales, recintos de encrucijadas y a veces de dilemas mentales.
Desde los filmes «Metrópolis» (1927) hasta «La isla siniestra» (2010) y desde los libros «Luminosa espiritualidad» de Manuel Mujica Láinez hasta «Los reyes» de Julio Cortázar, la literatura y el cine han recurrido una y otra vez a la idea de laberinto -el tercer eje temático de la muestra- donde se aprecian también textos, videos, manuscritos y fotografías.
Se pueden ver detrás de una larga vitrina ejemplares de la extraordinaria revista surrealista «Minotaure» fundada en 1932 por Albert Skira y editada por André Breton, que da cuenta de cómo las vanguardias reinterpretaron el concepto del mito de Teseo y el Minotauro. Cada uno de los trece ejemplares está diseñado por los grandes artistas de la época como Pablo Picasso, Marcel Duchamp, Salvador Dalí o René Magritte, entre muchos otros.
La presencia de los escritores argentinos en esta sala se traduce en las voces e imágenes de Borges, Mujica Láinez y Cortázar, con diversas acepciones sobre el laberinto, escena que se completa con fotos documentales sobre los laberintos realizados en honor a Borges en Mendoza y Venecia. Aparecen, inevitables, referencias a Orson Wells e incluso a David Bowie, quien protagonizó el filme «Laberinto», sobre una adolescente que debe buscar a su hermano menor atrapado en el reino místico de un rey de duendes.
La última sala de Proa, en el segundo piso, alude a los laberintos mentales, pero también al cerebro humano: allí resalta la inmensa instalación del italiano Michelangelo Pistoletto, quien convierte al espectador en parte de la obra recorriendo su laberinto hasta finalmente encontrarse -al asomarse al interior de una de las paredes de este laberinto- con el reflejo de uno mismo, cual Narciso en el agua. Las vicisitudes del camino son plasmadas en la sinuosidad del espacio transitable mientras que el gran pozo, alojado al centro, contiene un espejo que parece develar el misterio ¿Quién se encuentra en el centro? ¿Somos el héroe o el monstruo? O quizás habiten en nosotros ambos.
Allí dialoga también con la obra «Estoy en un Laberinto» de Horacio Zabala y con las nuevas tecnologías de la mano de Javier Bilatz, quien invita a reflexionar sobre el laberinto interior: la propuesta interactiva consta de un laberinto digital que se modifica cada vez que un espectador se le enfrenta.
Para Adriana Rosenberg, directora de Fundación Proa, la exposición es también es una respuesta a la incertidumbre actual, imaginada por los artistas, «una metáfora de lo que nos está pasando a nivel nacional, con lo que pasa en la realidad. Ante el momento de incertidumbre encontramos la idea del laberinto y es importante recordar que todos los laberintos tienen una salida. Intentamos brindar herramientas desde el arte, que siempre propone creatividad, nuevas ideas y maneras de ver cómo encontrar la salida».
La muestra «Laberintos» inaugura mañana en fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929, en el barrio de La Boca, donde permanecerá hasta noviembre, de jueves a domingos de 12 a 19. Entrada general: 200 pesos.
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Fuente: TELAM