Leer a Perón: cuándo ganar la calle y el famoso Epaminondas

Hoy cierro la serie de notas que propuse sobre el libro «Conducción Política» de Juan Perón. Obvio que hay mucha más tela para seguir cortando. Pero mi objetivo fue generar curiosidad por leer en directo a Perón, y no a sus intérpretes, entre quienes me cuento.

En una nota anterior comenté que siendo un militante desde los 70, recién leí este libro diez años después. Un amigo ex-montonero, que pasó 8 años preso, me escribió: “Tengo que hacerte una íntima confesión: a mis 73 años…nunca leí «Conducción Política”. Tu nota rompe mi negación. Lo voy a leer. Nunca es tarde….” . Le respondí: “Con esta revelación, ya doy por bien pago, el laburo de estas notas”.

Cuando ganar la calle 

Los últimos tiempos, entre nuestros compañeros, cundió un malestar porque nuestros adversarios nos intentaron ganar la calle. En pandemia, los anti-barbijo aprovecharon para hacer sus manifestaciones. Y hasta una dirigente del PRO, aseguró que “el peronismo ha perdido la calle”. Eso creó en la tropa propia una urgente necesidad de volver a demostrar nuestra fuerza.  Pero estos desánimos, no son exclusividad del 2021. Ya en los 40 y 50 pasaban estas cosas. Recordemos que el ariete principal de lucha antiperonista eran los universitarios de la FUBA. Radicales, progresistas de izquierda, y católicos le hacían sentir al gobierno peronista su presión en las calles.  Veamos que decía Perón:

“Les voy a contar un caso que ocurrió en Trabajo y Previsión siendo yo Secretario, en 1944.(…)  La contra nos había ganado la calle y desde hacía seis meses nos metían bochinche todos los días. En una reunión de gabinete, alguien me dijo: ‘Pero si usted tiene tanta fuerza ¿por qué no gana la calle, se impone y nos asegura la tranquilidad?’ Le contesté: ‘No; yo no voy a ganar ahora la calle, porque ello no interesa en este momento. Voy a ganar la calle en el momento y en el lugar que sea necesario’. El dominio de la calle no se puede mantener en forma permanente porque habría que tener a toda la gente todo el día en la calle. Entonces, dije a los obreros, que eran nuestros hombres: ‘De casa al trabajo y del trabajo a casa’. Los otros siguieron en las calles, hicieron peleas, armaron escándalos. Hasta que un día, nosotros dijimos: ‘Ha llegado el momento…’. Porque lo veíamos venir. Esto se estaba poniendo grave: ya mataban a vigilantes, y otras cosas más. Dijimos: ‘A ganar ahora la calle; y se acabó’. Efectivamente, salimos a la calle, y se acabó. Y no salieron más a la calle, ni la FUBA ni los demás…”

“Se dice: hay que ganar la calle. Pero si nosotros empleáramos a nuestros partidarios en ganar la calle, tendríamos que tener a todos los peronistas durante toda la vida en la calle, porque en cualquier momento pueden aparecer nuestros adversarios copándonos la calle. No se puede proceder así. La calle hay que tomarla de otra manera. Hay que coparla donde interesa y cuando interesa. Si vencemos allí, en ese momento, nos hemos ahorrado todo un inmenso desgaste de fuerzas, de actividad, de tiempo. Nosotros no realizamos actos públicos; cuando lo hacemos, ya tenemos las fechas determinadas: 1º de Mayo, 17 de Octubre y entonces les ponemos un millón de hombres en la plaza de Mayo.”

Algunos consejos para dirigentes

“Y en esto, señores, es cosa bien natural que, para conducir a un pueblo, la primera condición es que uno haya salido del pueblo; que sienta y piense como el pueblo, vale decir, que sea como el pueblo.”

“Un hombre de nuestro movimiento podrá tener cualquier defecto, pero el más grave de todos será no ser un hombre del pueblo.”

“La conducción debe estar en manos de hombres de un perfecto equilibrio. Napoleón lo definía como un perfecto cuadrado: los valores morales son la base; los intelectuales la altura. Es necesario que un conductor tenga tanto de unos como de otros. Si logra ese equilibrio es el hombre de la conducción; pero cuando se le van los valores morales sobre los intelectuales, lo llevan a realizar cosas inconsultas, y cuando éstos últimos lo sacan de las virtudes, ya no deja macana por hacer.”

“Los conductores son solamente hombres, con todas las miserias, y con todas las virtudes de los demás hombres. Cuando un conductor cree que ha llegado a ser un enviado de Dios, comienza a perderse. Abusa de su autoridad y de su poder; no respeta a los hombres y desprecia al pueblo. Allí comienza a firmar su sentencia de muerte.”

“Esto, señores, se cumple bien si uno siempre piensa que para poder gobernar es menester no aferrarse siempre a la propia voluntad, no hacerles hacer siempre a los demás lo que uno quiere, sino permitir que cada uno pueda hacer también una parte de lo que desea.”

“Yo mandaba sobre el corazón de muchos miles de hombres. Esa es, quizá, la primera condición para conducir. Es decir, actuar sobre el corazón de los hombres, no sólo sobre su voluntad; para que lo acompañen a uno conscientemente y de corazón. Cuando eso se realiza la conducción es fácil.”

“Una de las primeras cosas que la conducción necesita tener, es un encuadramiento perfecto de tiempo y lugar.  De tiempo, por la evolución; de lugar, por las características propias de esa misma conducción en el ambiente propio. No se conduce lo mismo a los argentinos que a los suecos o a los noruegos o a los lapones. Hay también en eso un don de ubicuidad de la conducción sin el cual uno fracasa irremisiblemente.”

“En el peronismo hay que hacer la conciencia de que el peronista que desempeñe un puesto, lleve a cabo su función, sin detenerse a considerar si el puesto es grande, chico, de figuración o no, si con él gana mucho o poco. Debe actuar en él, desempeñándose de la mejor manera posible, porque si los cargos elevan o encumbran al ciudadano, el ciudadano tiene la obligación de ennoblecer el cargo. Cuenta la historia que cuando el famoso Epaminondas, por haber perdido una de sus batallas, fue degradado del ejército y encargado de la limpieza de la ciudad de Tebas, nunca esta ciudad estuvo tan limpia. Esto es lo que debemos inculcar en los peronistas.”

Esta ultima frase del General, siempre la tuve presente. En mi vida política he visto muchísimas veces lo contrario a Epaminondas. Aquellos que se enojan porque no los pusieron en un cargo y se van a tirar piedras de afuera. Los que tienen un cargo pero aspiran a uno superior y se resienten sino se lo dan, y dejan de hacer su trabajo. Los que sienten que después de haber sido concejal, diputado o senador solo les corresponde un cargo más alto.

Al peronismo le hacen falta más Epaminondas, compañeros que se arremanguen y cumplan bien su función sin importarle en qué lugar les toca actuar. Que prediquen con su ejemplo entre sus compañeros y en su comunidad.

Finalmente compañeros reitero la invitación a leer a Perón. Y además insisto en mi reclamo a todos los compañeros que dirigen o son profesores en ámbitos universitarios, que imiten a la UNLA y pongan materias donde se estudie a Perón y el peronismo.

Por Aldo Duzdevich
Autor de La Lealtad los montoneros que se quedaron con Perón y Salvados por Francisco